Del distanciamiento social cotidiano a los nuevos dinamismos socio-virtuales

Durante las últimas semanas, el mundo entero ha visto un cambio en su dinamismo cotidiano de relacionamiento social, ya sean en sus esferas productivas, económicas, sociales e incluso culturales. Evidentemente, el Covid-19, virus surgido en la ciudad de Wuhan (China) en diciembre 2019, ha traspasado fronteras logrando alcanzar en primera instancia los países más desarrollados para luego continuar su viaje hacia países de ingresos medios y bajos. Esta realidad, ha generado que los gobiernos del mundo decreten medidas de aislamiento forzoso (como China, Italia, España, Bolivia, etc.) o bien voluntario (como Corea del Sur, Taiwán o Suecia, entre otros) para evitar una propagación con efectos sociales sin precedentes.
En el caso urbano boliviano, la cotidianeidad social cambió también abruptamente: desde ir a la escuela, universidad o trabajo, pasando por el mercado y tienda del barrio, hasta realizar depósitos en el banco o salir al parque, todos estos y muchos otros itinerarios fundamentales para nuestros proyectos de vida se convirtieron en actos controlados e incluso prohibidos. Ante esta nueva realidad que viene acompañada del movimiento #QuédateEnCasa, gran parte de la sociedad boliviana ha implementado “nuevas” estrategias de relacionamiento con el prójimo y el mundo desde su cotidianeidad: las redes sociales y el internet se han convertido en la esfera predominante de contacto y dialogo con amistades, familiares, profesores, doctores y colegas de trabajo, desde que la pandemia invadió espacios públicos y privados de nuestras vidas; así como las apps se han transformado de simples herramientas digitales de ocio y entretenimiento  a  herramientas fundamentales de coordinación e información (para evitar el contagio del virus) e incluso de colaboración y aprovisionamiento (para asegurar la satisfacción de algunas necesidades básicas en muchos hogares del país).
Así, se observa que durante las últimas semanas, en distintas ciudades capitales surgieron (y con un claro índice de crecimiento expansivo) muchas iniciativas digitales que apelan a actos de coordinación social mediante llamados a la solidaridad y colaboración humana a escala barrial, así como a la creación y oferta de distintos servicios virtuales (privados y públicos) de abastecimiento, entretenimiento, financieros, laborales, educativos y de salud a escala urbana; aspirando evitar la total parálisis de la sociedad y de las dinámicas cotidianas que en ella se realizan.
De esta forma, constatamos que dichas dinámicas han cambiado no solo fuera de los hogares sino fundamentalmente dentro de estos, con la penetración de los escenarios virtuales como inesquivables esferas de sociabilidad con la sociedad y el mundo, y que en su ineludible necesidad de existir no desaparecen sino se transforman y adaptan (teniendo como interface de relacionamiento social ya no solamente los escenarios tradicionales que nos ofrece el espacio urbano como la escuela, universidad, plaza, tinglado, trabajo, mercado, etc., sino las esferas virtuales y digitales como los chats, apps, plataformas, servidores y páginas webs; que vienen a complementar nuestras nuevas formas de vida caracterizadas por el confinamiento).
A partir de este contexto, la interrogante radica en pensar si estos nuevos dinamismos socio-virtuales perduraran en Bolivia una vez superada la crisis pandémica que nos aflige, o si se disolverán como si fueran medidas practicadas únicamente para enfrentar etapas de crisis sanitaria y aislamiento forzoso. Todo ello dependerá de los nuevos hábitos, necesidades y adaptabilidades de las personas y de los sectores sociales (públicos y privados) en reproducir dichos dinamismos adquiridos durante las últimas semanas, así como de las fuerzas que permitan a la sociedad boliviana adaptarse hacia una era más moderna en términos de digitalización y virtualización de su vida cotidiana (es decir, en términos de digitalización de los múltiples ámbitos fundamentales de la vida en sociedad para su favorable reproducción y desarrollo).
Lo que a estas alturas del escenario pandémico parece ser una verdad ineludible es que, tanto la digitalización de la sociedad (nacional e internacional) así como la “virtualización” de la vida cotidiana contemporánea, han permitido que gran parte de la población urbana pueda sobrellevar la pandemia global del Covid-19 de forma conectada y menos aislada con la realidad exterior mediante el uso y/o la creación de nuevas esferas y estrategias de coordinación, información y relacionamiento digital y virtual. Evidenciando por lo tanto la necesidad de considerar dichas esferas como estratégicas a la hora de -no solo afrontar futuros escenarios de potenciales crisis social, política o económica-; sino sobre todo de tejer nuevas dinámicas y redes de colaboración, comunicación y vínculos efectivos entre los ciudadanos con sus barrios, su ciudad y el mundo.

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