#NiUnaMenos, posibilidad de encuentro y creación colectiva

#NiUnaMenos ha sido en Bolivia un movimiento importante que se ha gestado en las redes sociales y en las calles de forma orgánica. Nadie se lo esperaba, pero la indignación ante los casos de feminicidios y su impunidad aquí y en América Latina permitió una experiencia práctica de apuesta por el cambio desde lo colectivo.

En 2016, el movimiento #NiUnaMenos llegó a Bolivia, primero con la creación de un grupo de Facebook que crecería desbordadamente, luego con la toma de las calles el 19 de octubre (#MiercolesNegro) y el 25 de noviembre (#25N) de ese mismo año. Mucho se puede escribir al respecto, pero la premisa de esta columna es hablar de esa construcción colectiva y utópica gestada mediante diálogo entre el mundo virtual y real (falsa dicotomía). Sé que muchas feministas son muy críticas con respecto a #NiUnaMenos en Bolivia, pero intentaré escribir muy puntualmente las razones fundamentales por las que esta es una experiencia importante.

1. En primer lugar, es un movimiento que surge en las redes sociales digitales, utilizando el hashtag mencionado, y que ha logrado gestar una comunidad virtual en el grupo de Facebook #NiUnaMenos Bolivia.

2.- En segundo lugar, ha creado de forma orgánica (no planificada, sino espontánea) el encuentro de diversos feminismos (expresados en colectivos/individualidades) para luchar por un eje en común: contra los feminicidios, delitos que básicamente quedan en la impunidad (debido a un paupérrimo sistema de justicia, factores de discriminación social, inversión pública, o sencillamente falta de voluntad política). La construcción del “nosotras” como #NiUnaMenos significó una discusión importante -tanto pública como privada- sobre el ser feminista desde la práctica. En 2017 por ejemplo se debatieron temas como el aborto (aunque no se consensuó una posición oficial a nivel nacional, se hizo un análisis interno muy profundo). Cuando se habla de “práctica” nos referimos, por ejemplo, a la experiencia en Tarija, donde el grupo núcleo conformado a partir de las primeras actividades concretas del 25N decidió acompañar a familiares víctimas de feminicidio. Lo hizo poniendo el cuerpo, es decir acompañando de forma presencial las múltiples fases del proceso judicial (audiencias, reconstrucciones, etc.), así como organizando apoyo público (conferencias/manifiestos) para que esos casos sean públicos (con el debido consentimiento de los familiares). Acompañar en las audiencias, ese simple acto de solidaridad para cualquier persona que inicia un juicio, es un apoyo incalculable para los familiares de las víctimas (más aún en casos de feminicidios). #NiUnaMenos Tarija creó incluso un protocolo en casos de registrarse un feminicidio, algo que probablemente no se puede implementar en ciudades como Cochabamba y La Paz, debido a que los casos registrados en ambas ciudades se quintuplican fácilmente. Este hecho también les hizo reconocer la importancia de lo local frente a lo nacional e internacional. Cada regional de este movimiento tuvo una experiencia práctica otorgada por su contexto, develando potencialidades pero también circunstancias específicas. 

3.- Posteriormente, el movimiento develó también que no se necesita ser un experto en tecnología o ser un “activista digital” reconocido para utilizar las redes sociales digitales, desplegar agenda ciudadana y generar impacto social. Algo que debemos comenzar a discutir es que a veces sobrevaloramos el rol de los “técnicos (as)” o “especialistas” y vemos muy poco la potencialidad de las personas que consumen estas redes y son usuarios cotidianos. Son fundamentales en la construcción de la sociedad y su tecnología (ojo, no queremos decir que no reconocemos el gran trabajo de la comunidad de programadoras en Bolivia, a las cuales les dedicaremos un artículo más adelante. Sin embargo, es menester resaltar el valor y lugar estratégico que tienen los usuarios “consumidores” comunes para generar agenda y sumar fuerzas para el cambio social y/o la simple producción “tecnológica”).

4.- La razón por la que #NiUnaMenos utiliza Facebook (como la plataforma por excelencia para “crear la resistencia”) tiene que ver con que es la red más popular en Bolivia. Tal vez porque es intuitiva y “democráticamente accesible”, pero básicamente porque, al ser el lugar más popular, fue el lugar de encuentro. Las activistas que comenzaron a utilizar el ciberespacio en principio no sabían mucho sobre “ciberseguridad” y, en la medida en que se fueron profundizando las actividades y necesidades, el tema se fue complejizando. Aprendieron qué es un “machitroll” y lo vulnerable de la seguridad digital cuando la amenaza llegó ante la visibilidad pública del reconocerse como feminista. Lo que se aprende desde la práctica y la necesidad muy difícilmente se olvida. 

La experiencia de #NiUnaMenos, al transitar entre lo real y virtual, ha reconocido el constante proceso de transformación que vive. Apostaron por la creación colectiva, soñando y creyendo que (a pesar de las adversidades) es/era el momento de soñar un cambio. #NiUnaMenos usó Facebook y las calles para encontrarse, y lograron una experiencia colectiva. Es un proceso en constante cambio que no ha adoptado una estructura institucional clásica o convencional, y que encontró en lo efímero su estrategia de sobrevivencia. #NiUnaMenos escribió un capítulo en la historia feminista de Bolivia desde esa práctica y discusión. No sabemos precisamente a dónde va, sin embargo queda claro que esta “reivindicación digital” ha sido un movimiento germen para la creación de nuevos colectivos (que pueden o no identificarse como #NiUnaMenos). Ha mostrado que la fórmula “Indignación-TIC-Utopía y coyuntura social” puede crear reacciones orgánicas de cambio y de cohesión indiscutible.

[Este artículo originalmente apareció en Opinión]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *