Estas vacaciones invernales mis padres me inscribirán nuevamente a clases de robótica. Estoy muy, pero muy emocionado. El año pasado aprendí a construir una hormiga robot, usando clips para sujetar hojas, hilo, tubitos de lapicero pegamento; y, lo más importante, un motor pequeñito.
Aún recuerdo la primera clase. La profesora nos trajo la hormiga que ella fabricó como modelo, la vimos caminar y todos en la clase nos admiramos, especialmente porque nosotros también construiríamos uno parecido. Las primeras recomendaciones de la profe fueron: “Si al primer intento no logran darle forma a las patas de la hormiga, la rompen, o quedan chuecas. No se desanimen, equivocarse nos ayuda a aprender y debemos intentarlo muchas veces”, “Todo tiene solución. Si algo se rompe, aprendemos a repararlo” y “Pidan ayuda a sus compañeros y ustedes ayuden también, porque todos podemos aprender de los demás y también enseñar algo a los demás”.
Qué trabajo más duro es doblar los clips, son más duros que un alambre, mis manos ya están adoloridas de tanto apretar el alicate, pero ya casi tengo listas las dos primeras patas de mi hormiga robot.
Ahora nos toca desarmar el motorcito, servomotor, así lo llama la profe. Qué emoción, estoy con mi desarmador dando vueltas para ver qué tiene dentro este “cerdomotor” (jajajaj). Son unas ruedas con dientes de distintos tamaños, unas alineadas con otras; su nombre correcto es engranaje y junto a otros engranajes reducen la velocidad del motor y al mismo tiempo le dan más fuerza, lo recuerdo muy bien porque poníamos y quitamos engranajes y probamos su fuerza con los dedos tratando de parar su movimiento.
Luego de modificar nuestro servomotor para que funcionase con solo unas pilitas AAA, estábamos listos para entender cómo la corriente eléctrica tiene dos polos y los electrones de la corriente tienen que dar una vuelta empezando por la pila, pasando por el motor y llegar al otro polo de las pilas, para que el motor empezara a funcionar; eso se llama circuito abierto.
Y cuando ponemos un interruptor en medio, lo que hacemos es abrir el circuito (apagado) y cerrar el circuito (encendido). Me encanta este juego: encendido y apagado…
Aprendimos algo de matemáticas, añadiendo y quitando pilitas para aumentar o reducir el voltaje o poder a nuestro motor, y yo pensé que las matemáticas eran solo una tortura china de mi escuela; así ya tienen más sentido los números.
Volvemos al trabajo duro, le pido a mi compañero que me ayude a doblar algunos clips, lo mismo hago por él, esto es más fácil trabajando entre dos, definitivamente. Ya perdí la cuenta de cuántos clips rompimos.
Los días más importantes fueron cuando ensamblamos la hormiga robot, ahí la profe nos explico la ciencia del movimiento o cinemática, también cómo se transforma el movimiento circular en movimiento rectilíneo o en línea recta. De eso aprenderemos más en últimos años de secundaria. Desde esa vez voy imaginando motores en las rodillas, en los codos, en los hombros, y en todas las cosas que se mueven.
La última clase jugamos con nuestras hormigas, les pusimos antenas, y todo lo que se nos ocurrió. La escuela debería ser así como la clase de robótica, aprendemos jugando, todos nos copiamos de todos, nos ayudamos, no hay exámenes y aprendemos muchas cosas interesantes.
Ya quiero que inicien mis nuevas clases de robótica.