Internet nos ha cautivado y nos ha hecho retomar palabras tan fuertes y revolucionarias como solidaridad, creación colectiva, autonomía y comunidad. Estas primeras oraciones son el resumen de mi participación en el conversatorio sobre Violencias Digitales (organizado por el CESU-UMSS). Me toco exponer la parte más utópica, ergo: la más bonita.
Esto de la ciberutopía ha sido el eje que ha motivado que mi tesis de maestría gire en torno al ciberfeminismo en Bolivia, sobre la efímera experiencia de construir colectivamente. Claro que ahora tengo muchas críticas sobre la mirada romántica que en inicio me motivaron. Pero por suerte este artículo retoma más de lo primero.
Internet es una herramienta que ha sido apropiada y que ha cambiado los comportamientos porque ha posibilitado la interconectividad e interacción, creando así, la posibilidad de un mundo virtual que permite la conjunción y encuentro entre pares ya sea por motivos de diversión o para solucionar problemas comunes.
En palabras de Castells (2001) los Movimientos Sociales en Red son los movimientos sociales de la vida “real”, que han sido extrapolados al mundo virtual y se han vuelto en espacios que re-estrucuran procesos, ya que la indignación e incidencia colectiva ha movilizado a la sociedad y ha tenido impacto en la opinión pública y tomadores de decisión.
Un movimiento social se gesta en la indignación ante un sistema que no funciona, “Valga la aclaración que los movimientos sociales surgen de las contradicciones y conflictos de sociedades específicas […] es fundamental hacer hincapié en el papel decisivo de la comunicación” (Castells.2012:219). El éxito dependerá del nivel conectividad, de la red interactiva de comunicación horizontal que logre.
Es interesante cómo estos movimientos sociales en red, también conocidos como activismo digital o ciber activismo ya sean parte fundamental de nuestra historia, así como de nuestra vida cotidiana “en las últimas dos décadas el activismo digital ha emergido y se ha expandido con fuerza por los más variados rincones de América Latina” (Soma 2015: 138)
Pero este habitar/transitar en internet, ese “ ciberespacio” conlleva una filosofía implícita, “De hecho, el término ciberespacio tiene connotaciones ideológicas anti-estatales, liberales, libertarias y anarquistas (cf. Cohen y Blavin 2002: 275), véase por ejemplo el Manifiesto de independencia del ciberespacio (Barlow 1996.” (en Martín 2013: 56). Que no necesariamente son pregonadas por todos los que lo habitan, pero que se nota y aplica en sus prácticas, sobre todo cuando es un movimiento social en red por la necesidad de subsistencia necesita un nivel horizontal importante para sobrevivir. Por ejemplo: en la selección de información, será distinto tener un comunicado oficial que el de un colectivo de activistas ambientales. Ambos serán evaluados por su autonomía e intereses vinculados.
La constante dinámica en la que se convive en ese “ciberespacio” dado por internet, nos obliga a tomar conciencia de lo efímero del movimiento, sobre su posible mutación y apropiación de varios sub espacios / causas. El espacio libertario de hoy no será el mismo de mañana, principalmente por la dinámica de contrapoder y la incursión de la empresa y de los gobiernos en este ámbito. Lo que hoy funciona en las redes sociales probablemente al año ya no funcione, ya sea porque una empresa grande absorbió a una pequeña o porque los padres entraron a facebook y por eso los adolescentes migraron a otra red social.
Esta característica temporal en medio de la interacción también ha favorecido a que no se identifican líderes, y es muy difícil que se auto-proclamen porque normalmente son movimientos en el que “todos son”. Los movimientos en red no tienen un organizador estable (De Ugarte 2007) citado por Martín (2013) por lo tanto no tienen con quien negociar recompensas de forma directa. Práctica recurrente en los movimientos sociales del mundo “real”, en el que la forma más rápida de desestructurar el movimiento es negocias compensaciones con l@s líderes.
“toda sociedad…es en parte hija de su tecnología” (Callado, 2016) y entender las nuevas formas en que interactuamos, nos informamos no es una tarea fácil ya que es una construcción constante y colectiva. En la cual arrastramos desde nuestras más inspiradores sueños hasta los conflictos irresueltos de la sociedad. No es que mágicamente todo se ha resuelto en el mundo virtual, de hecho existen una constante interacción off y on line.
El internet no es un tema que se pueda evadir, aunque no te interese habitarlo no significa que no exista y que sea el lugar aquel de nuestros sueños (a un click del cambio), pesadillas (el panóptico) y/o el purgatorio (el lugar donde intentamos purgar nuestros miedos) a través de la construcción de perfiles ideales (avatares que queremos mostrar o ser).
El internet es ese espacio donde pasiones tan fuertes como el amor (ese denominado romántico) y los movimientos en redes sociales (de resistencia) le han dado matices y respuestas nuevas a las violencias encubiertas en nuestra sociedad.
La vulnerabilidad en la que interactuamos en internet es una importante discusión que retomar y nos muestra que lo privado es público. Los rastros que se dejan en internet, huellas que no se pueden borrar, no dependen de si estoy en internet o no, sino de cuánta conciencia y cuidado tenemos para no exponernos. Combinada con los mitos románticos, podemos entrar en círculos de violencia al confiar y no preocuparnos por el uso que le pueden dar a nuestra imagen al vivir en un mundo donde es muy fácil retratar toda la cotidianidad y es muy difícil borrarla (derecho al olvido). Experiencias como la pornovenganza, que es compartir imágenes íntimas sin permiso para humillar a la persona afectada; la sextorsión, que es la extorsionar a alguien con la promesa de hacer públicas imágenes o videos íntimos a cambio de dinero, así muchos casos y nombres que se han dado a este tipo de violencia entendida como el daño o amenaza física y psicológica a una persona vía internet. Esta violencia no discrimina edad, género, estatus social, etc. Cualquiera está en riesgo de sufrir algún tipo de violencia, es decir, nuestra forma de apropiarnos de la tecnología no supera los conflictos que acarreamos por generaciones.
La toma de conciencia del cambiante y dinámico mundo en el que interactuamos en internet para mejorar nuestras prácticas es algo que se debe tomar en serio. No olvidemos que lo “digital” es un espacio plural que utilizamos y compartimos todos y todas por lo tanto la “seguridad digital” es un proceso de aprendizaje colectivo.