Aunque la brecha de género es gigantesca en los nombres de las áreas metropolitanas, existen unas cuantas calles con nombre de mujer. ¿Qué significa esto?
¿Será que las mujeres no valemos nada en la vida urbana? ¿Será que nos encontramos en un “no lugar” y las élites buscan invisibilizarnos a toda costa? Debemos ser cuidadosas antes de llegar a conclusiones tajantes. Lo cierto es que existen mujeres representadas en las calles de las principales metrópolis, y algunas han llegado a ser, incluso, emblemas nacionales, como Juana Azurduy y Bartolina Sisa. ¿A qué se debe la brecha? ¿Es que no hay tantas mujeres importantes como hay varones?
La primera respuesta que podemos dar es que efectivamente existe un problema estructural en nuestra sociedad. Como indica el urbanismo feminista, las ciudades han sido planificada por hombres y para hombres durante un largo tiempo. La inclusión de las mujeres a la vida urbana fue una idea extraña hasta mediados del siglo XX.
La segunda respuesta que podemos dar es que, como habíamos señalado más adelante, los nombres de calles son un elemento más dentro del universo simbólico que usan las élites nacionales y locales para proyectar una identidad política. Este imaginario ha cambiado a lo largo del tiempo, y, por tanto, también las figuras reivindicadas para su construcción.
Como señala Walter Sánchez en su artículo Patriarcas, mujeres e imágenes de la nación y de la patria/matria, la construcción de la identidad colectiva y las figuras públicas reivindicadas fueron cambiando en distintos periodos de la historia Boliviana. Mientras que en el periodo que va desde 1810 hasta 1879, las élites patriarcales reivindicaban únicamente a figuras masculinas y se esforzaban por invisibilizar a las mujeres (excepto a las vírgenes de la iglesia); desde la derrota sufrida en la guerra del Pacífico, se fue construyendo un imaginario de nación penetrado por mujeres. Desde entonces, el Estado comenzó a recuperar a algunas mujeres que se encontraban dentro de los códigos masculinos. Es decir, se rescató a aquellas mujeres aguerridas (como Juana Azurduy o Bartolina Sisa), o letradas y que aportaban con su desempeño académico/artístico a la cohesión nacional.
Esta es nuestra interpretación del 3,55%, 3,42% y 2, 41% de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Por un lado, existe un problema estructural en nuestras ciudades en perjuicio de las mujeres; y por otro, el inventario simbólico de la identidad regional y nacional ha sido levemente transformado y se han incluido a él a algunas mujeres, cuyos nombres encontramos en las calles de nuestras metrópolis. Hemos heredado esa historia para nuestras metrópolis.
De cualquier forma, queda pendiente un debate más amplio. En nuestros datos, no hemos tomado en cuenta la fecha de creación de las calles, por lo que no contamos con una periodización rigurosa.